Una prostituta llamada María la Boba llevaba su avanzada edad y oficio con dignidad, ni ella misma se imaginaba la leyenda que por sí sola se había forjado.
Había decidido morir. Se pintó los labios y anunció a sus compañeras su inmediato destino. María tomó chocolate en grandes cantidades y cuando todas vieron que ya no despertaba tomaron en serio la sentencia de María. Durante el velorio y con retazos de platicas de los asistentes, se armó la historia de María.
Hija de emigrantes españoles, María había sido arroyada de niña por un tren que la había dejado en una especie de estado primitivo de inocencia e inutilidad. Pasados los años, los padres arreglaron la boda de su hija con un médico de mayor edad que no se pudo negar de casarse con la hija retarda de sus prestamistas. Aquella niña llegó al lecho matrimonial sin ningún asomo de razonamiento, atención o rencor. María quedó embarazada de aquel viejo que murió poco después de un ataque fulminante. María pasó los años siguientes de luto a pesar de que había olvidado a su esposo. Sin embargo su cuerpo había madurado y al poco tiempo se vio a María observar con atención a los hombres. Sus padres, escandalizados, decidieron mandarla a España en barco junto con su hijo y una sirvienta. Durante el viaje, María perdió a su hijo en un accidente. Aulló de dolor y desconcierto. Cuando salió a la cubierta, fue llamada por un marinero que ayudó a María a notar la diferencia entre un amante anciano y un fuerte y vigoroso. María se entregó a los placeres ajena a toda inmundicia o prejuicio. Disfrutaba descubrir sus posibilidades y no dudo cuando el marinero le propuso huir del barco en un bote. Una vez instalado en un puerto, el marinero no tardó en aburrirse y asustarse por las actitudes de aquella viuda ausente y extraña. La abandonó. María le esperó durante semanas hasta que el deseo de los huesos emergió de nuevo en ella. Salió y pidió consuelo en el primer hombre que encontró. Éste, maravillado por tan ardiente criatura, salió a contárselo al pueblo no sin antes dejarle a María un billete en su lecho. Así nació la fama de María. Los marinos se tatuaban su nombre y recorrían los mares contando sus encuentros. Sus inolvidables encuentros. María partió luego de unos años a la capital. Toda una leyenda se había forjado alrededor de ella. Se instaló de nuevo y se entregó a aquellos hombres que representaban la imagen de María con un amante. Imagen que María disfrutaba. María envejeció más no sus dotes para amar a un hombre. Muchos se iban de ahí desilusionados al encontrarse con una vieja pero los que se quedaban, salían maravillados por ella. María mantuvo siempre la esperanza de volver a encontrarse con su marinero, lo busco en todos y a todos complació como si lo hubiera encontrado. Hasta que, cansada de esperar, recurrió a la jarra de chocolate.
En este cuento Isabel A. juego con los códigos morales. Lo interesante estriba en que de nuevo, como en el cuento “Boca de sapo”, Isabel A. desconcierta al lector en lo que atane a las prostitutas. Dado que la autora relata la relación entre la mujer y el putero del punto de vista de la mujer, gozando de su placer físico, logra esquivar lo amoral que es este “negocio”. La flaqueza mental de María sirve de pretexto para no condenarla. Así que de una manera indirecta Isabel A. rinde homenaje a las putas.
También cabe poner de manifiesto que los buenos modales y cierta ciencia de las maneras de la sociedad burgesa, cosas casi innatas para María, permiten a la gente de dejar atrás otras consideraciones morales que podrían suciar su reputación a causa de su antiguo trabajo.
Bueno, me pareció muy muy raro toda la historia. Tampoco era escrito con tanto enganche que otros cuentos del libro. De verdad no he leido el fin, porque la muerte del niño ya me pareció bastante absurda y no aguanté una muerte mas durante este lindo fin de semana…
Estoy totalmente acuerdo con lo que Gerrit escribió. El cuento no parece lógico y esta escrito en un modo muy confuso. Después de su acidente con el tren, María parece de suffrir de locura. Confunde su luto sobre el muerto de su hijo y la desaparición de su amante con su fantasía. Ella reprime sus sentimientos y los sustituye con aventuras amorosas. Pero no pueden complacerla. Al fin, como mujer veja que perdió su estatura atractiva, sintió “el tedio de estar viva” y por eso se suicido. No fue capaz de encontrar soluciónes razonables para huir de su tristeza y su soledad.
Que vida triste lleva María. Retrasado desde pequeno está casi vendido por sus padres a un hombre mayor de quien dar a luz a un bebé. Ambos, el marido y el nino, mueren. La única persona que parece querer y que le muestra que se puede disfrutar de la vida, un marinero jóven, la abondona. El resto de sus días pasa intentando vivir estos momentos de felicidad tan preciosos par ella otra vez. Quando por fin se da cuenta de que no va a lograrlo nunca más decide suicidarse.